(Publicado en la desaparecida Espacio Lesbia)
Según el teorema de la vaginación bollera, toda mujer es lesbiana hasta que se demuestre lo contrario. Y sí, habéis leído bien, he dicho vaginación y no imaginación porque, por algún motivo desconocido, las lesbianas estamos todo el día pensando en follar como perras y sacando del armario a posibles presas, susceptibles de practicar sexo con nosotras.
Aunque las estadísticas dicen que la población heterosexual supera en gran número a la homosexual, la vaginación bollera no cree en estadísticas, es más, intenta romperlas. De ahí nace la necesidad de convertir heteros, de acercarte a la camarera más maciza del bar con una sonrisa en los labios y la certeza de que esa misma noche vas a terminar en la cama con ella. Como aquel que dice, llevo muchos años siendo bollera y nunca he visto a nadie cumplir su objetivo, pero el ánimo no decae y ahí seguimos a pico y pala con las heteros.
La mente bollera, que es muy vaginativa, trabaja en cualquier tipo de circunstancia y ambiente. No importa dónde estemos, puede ser la universidad, el trabajo o la consulta del médico, allá donde vayamos siempre estaremos vaginando a ver cuál de las tías buenas que nos rodean es susceptible de ser bollera. ¿Qué coño? Todas son bolleras.
Ahora viene la parte chunga del tema. Ya he conocido a varias lesbianas a las que se les ha ido la pinza con esto de la vaginación. Una cosa es captar una señal clara, un mensaje que sólo una bollera de pura cepa puede descifrar, y otra cosa es inventarse las cosas. Las psico-killers o bolleras propensas al drama tienden mucho a ver señales donde no las hay y, a partir de ahí, montarse una película en su cabeza en la que al final se cogen de la mano por el parque o peor aun: se casan. Para no llevar a equívocos, voy a poner una serie de ejemplos reales en los que la bollera en cuestión ha vaginado demasiado:
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“Superfuerte, tía, me ha regalado una pulsera de amor. Es bollera fijo”. Si te ha regalado una pulsera de colorinchis a ti y a las otras 10 amigas que fuisteis a esa fiesta, ni es una pulsera de amor, ni es un símbolo de su orientación sexual.
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“¡Me ha pedido una cita!!!”. Si su frase literal ha sido “a ver cuando quedamos todas para tomar unas cañas”, no es una cita.
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“Me pone ojitos”. Claaaaro… a lo mejor te pone ojitos, a lo mejor es su forma de entornar los ojos, a lo mejor se le había metido un polen en el ojo.
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“Intenta ponerme celosa ligando con chicos”. De traca. Esta ya es para hacérselo mirar.
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“Se nota mucho que le gusto porque se alegra cuando me ve”. Mi perro también se alegra cuando me ve, ¿será bollero?
Luego están las lesbianas sin radar, que están en peligro de extinción y, probablemente, saldrán algún día en un documental de La2. Es la típica amiga que te dice “no sé ligar” o “es que no valgo para eso”, y luego la ves en la discoteca con dos bolleras pululando a su alrededor haciéndole el cortejo del urogallo.
Si no estáis en ninguno de los dos extremos, a medida que pase el tiempo, y vayáis dando rienda suelta a la vaginación, vuestros amigos y conocidos heterosexuales os harán comentarios del tipo “es que tú quieres sacar a todo el mundo del armario”, “para ti todo el mundo es gay” o “¡JA!, ya te gustaría”. Hay que seguir queriéndoles tal y como son, no pasa nada porque vivan en la ignorancia, sin captar cada pequeño detalle, cada señal que las heteros, bolleras reprimidas, nos envían.
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